Por Pedro Gómez, director ejecutivo de la Asociación Dominicana de Regidores (ASODORE)

Hay gestiones que pasan… y otras que marcan. En Santiago de los Caballeros estamos siendo testigos de lo segundo. La ciudad está cambiando. No es un cambio de pintura o de promesas; es una transformación real, con hechos, con ritmo, con visión. Y en el centro de esa transformación está el alcalde Ulises Rodríguez.

Con apenas un año al frente del Ayuntamiento de Santiago, Ulises ha demostrado que cuando hay voluntad, amor por la ciudad y capacidad de gestión, el progreso no se detiene. Su rendición de cuentas no fue un simple acto protocolar, fue la confirmación de una gestión que escucha, planifica y ejecuta.

Desde la infraestructura urbana hasta la gestión de residuos, pasando por la seguridad, el desarrollo económico y la participación ciudadana, Ulises ha puesto en marcha una agenda que toca la vida de la gente. Obras concluidas, calles asfaltadas, parques dignificados, un vertedero transformado y limpio, reciclaje educativo en escuelas, cámaras de videovigilancia en puntos estratégicos, iluminación de sectores olvidados y, sobre todo, una administración cercana, transparente y humana.

No hablamos solo de cemento y aceras, hablamos de esperanza, de orden, de una ciudad que se siente gobernada con respeto. Santiago, hoy más que nunca, respira desarrollo con dignidad. Basta con recorrer los barrios, hablar con los comerciantes, ver a los niños jugando seguros en espacios renovados, o escuchar a los comunitarios que por años pidieron ser escuchados. Esa conexión directa con la gente, ese estilo de gestión que va al territorio, que camina con la comunidad, es lo que está haciendo la diferencia.

Desde ASODORE, valoramos y celebramos este tipo de liderazgo municipal. Porque creemos firmemente que los territorios se desarrollan desde lo local, cuando sus autoridades entienden que gobernar es servir.

Ulises Rodríguez ha entendido el momento histórico que vive Santiago. Y lo está aprovechando. Porque no se trata solo de administrar una ciudad, sino de hacerla brillar. De ponerle alma al cargo. De mirar a la gente a los ojos y decirle: «Aquí estamos, cumpliendo.» Y sí, Santiago está latiendo distinto. Porque cuando la ciudad y su alcalde caminan al mismo paso, lo que viene es grandeza.